› La mano que baila el pulso del corazón
[texto de sala]


Estas pinturas nacieron al lado de un río. Llevé a Córdoba mi set de acuarelas y una libreta de esas que entran en el bolsillo. Haciendo equilibrio con las cosas sobre las piedras empecé a pintar en un fluir de movimientos, una coreografía que la mano  aprendió a bailar.
El sonido de estas acuarelas es el del río que sigue y sigue. Son pulsos, cada forma propone su propio tiempo, cada marca y cada espacio en blanco. El río existe porque surca su propio cauce, sin él se escurre y empantana. Las reglas y el ritmo en las acuarelas sirven para contener el fluir del movimiento. Las grillas son líneas de tiempo, en donde la mano  pasa a una velocidad constante. La continuidad ensaya los pasos para atravesar la
superficie.
Bailar es algo que hago tan seguido como pintar. Cuando acompaño un ritmo que se repite aparecen variaciones en el movimiento. Hay momentos en las prácticas donde algo se destaca, un gesto que fue justo. Cuando pinto, aunque esté quieta, el cuerpo se involucra todo. Al principio va lento y tarda en acomodarse, hasta estar tan atento que se transforma en esa pincelada. Cuando el pincel se apoya y deja pasar el agua a través de sí, mis dedos  no la tocan pero la guían.
Las gotas se contienen a sí mismas, tienen volumen y cuando el sol las ilumina producen el efecto lupa. Mientras pinto las veo reducirse y abandonar el color hacia los bordes. Esta práctica me acompaña y propone un tiempo de inmersión, un tiempo extendido donde los pensamientos pasan y se lavan con el movimiento, el agua y el color. Es un  tiempo en el que encuentro mi propio ritmo. Con estas pinturas descubrí que las reglas permiten observar variaciones más sutiles. 


The hand that dances to the heartbeat
[exhibition text]

These paintings were born by the river. I took my watercolor set and a pocket notebook to Cordoba in the north of Argentina. Balancing on the rocks I started to paint in a stream of flowing movements, a choreography that the hand learned to dance.
The sound of these watercolors is the sound of the river that goes on and on. These are pulses, each shape suggests its own time, mark and blank space. The river exists because it navigates its own course by  shaping its own riverbed, without it the river will drain and swamp. The rules and the rhythm of the watercolors helps to contain the flowing motion. The grids are timelines where the hand passes by a constant speed. The continuity rehearses the steps to go through and travels the surface.
Dancing is something I do as often as painting. when I go along with the rhythm that repeats itself the variations emerge. In the practice there are moments when something stands out, a gesture that was just right.  When I paint, even though I'm still, the whole body is involved. At the beginning it is slow, it takes time to settle, until it is so attentive that it transforms into that brushstroke. When the brush touches the paper and lets the water go through it, my fingers are the guides of the water without touching it.
The drops contain themselves, they have volume and when the sun lights them they are like a magnifying glass. While painting I see them shrink and leave the color into the rims.
This practice accompanies me and suggests a time of immersion, an extended time where thoughts pass and wash with movement, water, and color. It is a time in which I find my own rhythm. With these paintings, I discovered that rules allow observing more subtle variations.